(Discurso que dio la escritora y profesora Clara Redondo en la presentación de La aventura existencial de Elmo y Ari)

Buenas tardes. Y muchas gracias por venir. Voy a comenzar pidiéndoos un acto de fe, porque todavía no habéis tenido la suerte de leer este libro. Este acto de fe consiste en que creáis en mí cuando digo que es un álbum ilustrado precioso. Sorprendente. Y por esta razón os propongo que hagamos un poco de ruido. Esta obra se merece un gran aplauso para las cuatro patas que la sostienen: Elmo y Ari, los protas. Isa, la escritora. Y Beatriz, la ilustradora.

¿Qué es este libro? ¿Qué pasa aquí dentro? Os lo voy a contar. Imaginad que vais al teatro. Visualizad el momento. Estáis sentados en vuestra butaca. El telón está bajado. Se apagan las luces. ¿Ya? Que sentís. Intriga, curiosidad, emoción… Estáis deseosos de saber qué es lo que hay detrás de ese telón. Qué os van a contar. Quiénes serán los personajes. De qué manera conseguirán conmoveros. Bien, pues ahora sustituid ese escenario de teatro por La aventura existencial de Elmo y Ari. Lo tenéis entre las manos. Estáis a punto de empezar a pasar las páginas. Una a una. Despacio. Lo haréis con mimo. A partir de ese momento, el telón no va a dejar de abrirse y cerrarse, y cada vez que esto ocurre (cada vez que pasáis una página) os vais a encontrar con una sorpresa en forma de micro escena. Y esto va a suceder unas sesenta y pico veces hasta que lo cerremos, hasta que se cierre el telón. No me digáis que no es apetecible que os sorprendan tantas veces en un mismo libro.

Los protagonistas son siempre ellos: Elmo, Ari y una madre observadora y atenta que pilla al vuelo las ocurrencias de sus hijos, se las apropia y les da forma de escena. Y así una tras otra. Cada vez que se abre el telón vemos cómo Elmo y Ari viven su día a día con una sencillez maravillosa, y cómo Isa desarrolla una empatía brillante hacia ellos. Hay personajes secundarios, por supuesto: un padre, unas abuelas, abuelos ausentes, profesoras, amigos, amiguitos, madres de amiguitos, peluches, animales. Pero lo que ocurre aquí es básicamente observar a dos niños en acción, viviendo, pensando, sintiendo. Cuestionándose lo que sucede a su alrededor. Y, por cierto, ¿no es eso lo que hacemos los escritores? ¿No nos dedicamos más que a poner a vivir a nuestros personajes? Eso es precisamente lo que ha hecho Isa. Rescatar escenas cotidianas. Pero con la diferencia de que esto no es ficción. Es la vida misma. Aunque, claro, la vida misma tocada por la varita mágica de Isa, sensible y receptiva, y contada con la maestría de una grandísima escritora como es ella, a la que admiro un montón y ella lo sabe.

¿Por qué me han atrapado tanto estás micro escenas? Pues porque son lúcidas. Porque están muy bien escogidas. Porque las vemos y las escuchamos como si estuvieran sucediendo aquí, a nuestro lado, como si nos las estuvieran contando al oído. Porque me identifico con lo que ahí está ocurriendo. Me identifico como madre, sí. Pero también como persona que vive inmersa en mi propia aventura existencial y que me paseo por ella algo asfixiadilla, lo reconozco. Y porque me chifla el sentido del humor que se ha colado por las páginas de este libro y que llega como un chute de adrenalina. Pero, ojo, aunque hay mucho sentido del humor, se tratan temas muuuuy serios. Tan serios como si la música electrónica mata. O si uno se puede comprar otro hermano nuevo. O si los anillos de Júpiter nos entran en los dedos. O si su madre de pequeña era mudita como la hache. O si existe un centro en el universo.

Porque a los niños les interesan los temas importantes. Y quieren respuestas. Respuestas claras, valientes. Aquí se rompe la clásica estructura de que el adulto es una autoridad y el niño tiene que aprender del adulto. Elmo y Ari tienen dudas, tienen miedos, hay muchas situaciones que no comprenden, y hay otras que, sin embargo, interpretan con una clarividencia extra mega súper nítida, aplastante. Esto es lo maravilloso del libro, que estas preguntas zarandean y descolocan al adulto. Porque los niños miran por una rendija por la que los adultos apenas cabemos o, sencillamente, por la que hace tiempo que hemos dejado de mirar a medida que hemos ido creciendo.

Este libro nos habla de lo vulnerables que somos los adultos frente a las preguntas y los pesares de los niños. Isa ha tenido la valentía de mirarse en el espejo de sus hijos y reconocer su propia vulnerabilidad. Las inquietudes de sus hijos son también las suyas. A veces tiene respuestas. Otras veces no las tiene. Y esto es algo que me fascina del libro, que ha tenido la valentía y la humildad de mostrarse como una sencilla observadora y aprendiza.

Pero eso no es todo. Estos textos se elevan hasta el séptimo cielo gracias a unas impresionantes ilustraciones que salen de la mano de Beatriz de Pedro, una excelente ilustradora que, como hacen los buenos ilustradores, consigue condensar en una imagen la esencia del texto. Los dibujos no están concebidos como un simple adorno. No se limitan a acompañar a las palabras, sino que las enriquecen, refuerzan su significado, y también acarician y zarandean al lector a un mismo tiempo y de una forma luminosa. Y, por si fuera poco, Isa, Elmo y Ari han tenido la suerte de que, además de buena ilustradora, Beatriz es amiga y siente un gran cariño hacia ellos. Se ve muy bien en cómo ha sabido retratar en las ilustraciones no solo el físico de cada uno de los niños, sino también su interior, a través de miradas y gestos minúsculos. Son hermosas de verdad. Enhorabuena, Beatriz.

Y termino ya. Se me ocurren un montón de calificativos a modo de piropos para el libro: es fresco, divertido, inteligente, original, lúcido, intenso, verdadero, colorido, hermoso. Os va a encantar. Y además, no tiene ni una sola falta de ortografía.

Clara Redondo

Escritora y profesora de RELEE
Entrada publicada en RELEE

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Ir al contenido